ANTONIO MACHADO: POESÍA, VIDA Y ESPERANZA

 

 

A mis alumnos que durante los dieciséis años de mi estancia en el Instituto me proporcionaron gran cantidad de satisfacciones.

 

Director, compañeros, padres y alumnos, quiero  agradecer al Instituto la oportunidad que ha dado para compartir este tiempo con ustedes en torno a la persona y la poseía de Antonio Machado.

 

La exposición recorrerá la vida de Machado a través de sus poemas e intentaré mostrarles algunas de sus ideas. Para ello, me ayudaré de imágenes y lecturas que servirán algunos alumnos.

 

Como ustedes saben, el pasado día 22 de febrero conmemoramos el septuagésimo quinto  aniversario de la muerte de don Antonio Machado. Murió en el exilio, en Collioure, Francia, en el año1939, es decir, apenas un mes después de comenzar su exilio y el de tantos españoles. Parafraseando a Machado, podemos decir que  murió porque “una de las dos Españas” le heló el corazón. Precisamente aquella que él, años antes, creyó que moría:

 

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,

En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,         
El mañana efímero, 1913, en Campos de Castilla.

 

Desgraciadamente, ese mañana y ese joven, fue mucho peor de lo que Machado imaginó, se alzó al poder y permaneció en él durante 40 años.

 

Se cumplía así, la autoprofecía que comunicó al periodista Pascual Pla y Beltrán en Rocafort-Valencia-, en 1937, donde vivió antes del exilio, en un “bello chalet en la parte baja del pueblo, con un huerto de jazmines, de rosales y limoneros”[1].

 

"Tengo la certeza, le dijo a Pla durante la entrevista, de que el extranjero significa mi muerte"

 

Como también saben, fue profesor durante 13 años de este Instituto. Llegó a Segovia desde Baeza donde no se encontraba a gusto porque, a pesar de ser llamada la “Salamanca andaluza” y de tener “un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes” y “varios colegios de 2ª enseñanza”, apenas sabía “leer un 30 por ciento de la población” y no había “más que una librería donde se” vendían “tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos.” Baeza, sigue diciendo, está situada en una de las comarcas más ricas de Jaén, “pero la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta.” Es una ciudad muy levítica, es decir, muy influida por el clero, más que Burgo de Osma, compara, pero no hay ni “un átomo de religiosidad”.

 

Describió esta Baeza en una carta de junio de 1913 dirigida a Unamuno, es decir, seis años antes de incorporare al claustro de este Instituto,  26 de noviembre de 1919, y a nuestra vetusta ciudad, donde no creo que encontrara gran diferencia con Baeza, pero que le acercó a Madrid donde tenía su vida intelectual y a donde se trasladó en septiembre del 32. Pasó en Segovia, por tanto, casi trece años.

 

El propio Machado nos describe su vida en dos poemas: Recuerdo infantil, que pertenece a Soledades, y Retrato, perteneciente a Campos de Castilla.

 

Su infancia “son recuerdos de un patio de Sevilla. Patio recargado, con decoración de estilo árabe, pero patio central, al fin y al cabo, como el de nuestro Instituto, que recuerda la casa mediterránea.

 

De su niñez recuerda su clase y al maestro. Recuerdo que sería más bien de Madrid que de Sevilla porque su familia se trasladó a Madrid cuando él tenía ocho años, y completó la enseñanza primaria en la Institución Libre de Enseñanza:

 

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».             
Recuerdo infantil en Soledades, 1899-1907

 

Su adolescencia transcurrió en Madrid entre sus estudios de bachillerato y los primeros trabajos para sortear los problemas económicos de su familia. Con veinticuatro años viaja por primera vez a Francia y con treinta y dos consigue la cátedra de Lengua francesa en Soria. Así que, los “veinte años en tierra de Castilla”, están repartidos entre Madrid, París, Soria, Baeza y Segovia, donde llega con 44 años, si es que a esa edad se le puede llamar juventud.

 

Mientras estuvo en Segovia vivió de pensión en la calle de los Desamparados en un edificio que en los años 40 tenía un aspecto deplorable, en una habitación pequeña y fría, orientada al norte. Tan fría que, según se dice, pasó una noche en vela porque el frío no le permitía dormir y allá al alba, se comenta, que dijo: “abrí la ventana, se caldeó algo la habitación y, entonces, dormí”.

 

En Segovia, colaboró en la creación de la Universidad Popular junto con Blas Zambrano, profesor de la Escuela Normal y padre de la filósofa María Zambrano, y escribió algunos dulces poemas como éstos:

 

El aire por donde pasas,
niña, se incendia,
y a la altura de tus ojos
relampaguea.
Guárdeme Santa María

de la nube negra,

de la niebla fría;

de la tormenta amorosa     

me guarde más todavía.    

…¡Torres de Segovia

Cigüeñas al sol!

Eduardo va de camino

por esos campos de Dios.

En los centenos amapolas,

en los zarzales blanca flor.

Verdad que el agua del Eresma

Nos va lamiendo el corazón…

Nuevas canciones, 1917-1930. Canción de despedida.

Coplas populares, 7. 1925.

 

 

Durante su estancia en Segovia conoció y entabló amistad con M. Quintanilla, al que está dedicado este Instituto. Ambos fueron asiduos al taller del ceramista Arranz. Allí se reunían cada tarde unos doce “amigos de las ideas[2]. De ellos, escribirá en Nuevas canciones, y de Barral escribió lo que, en realidad, es un retrato del busto que le está esculpiendo Emiliano Barral:

 

La etapa segoviana de Machado fue muy creativa. Aquí, escribió gran parte de su obra teatral, creó dos de sus personajes más famosos —Juan de Mairena y Abel Martín— y conoció a su amor platónico, Guiomar.

 

De su  historia, “algunos casos que recordar no quiero”, dice el poeta, porque le hacían sufrir, pero nosotros sí lo haremos. Como su amor por Leonor, una niña menuda, trigueña, de alta frente y ojos oscuros con mucha simpatía, y alegría, y de una fuerte educación religiosa, según la describe Pilar Galán en su biografía de Machado[3], con la que se casó en Soria cuando ella tenía quince años y él treinta y cuatro.

 

Ya en Baeza, donde vivía su madre, sumido en una gran depresión, escribirá a Unamuno en 1913 sobre los sentimientos que le producía el recuerdo del fallecimiento de Leonor:

 

“La muerte de mi mujer dejó mi espíritu desgarrado. Mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero sobre el amor, está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere”.

 

Y más tarde, en una carta escrita a Pedro Chico en 1918, dirá de su matrimonio con Leonor:

 

“Si la felicidad es algo posible y real –lo que a veces pienso– yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer”.

 

Amó, también, a Pilar Valderrama, poetisa y escritora, que en junio de 1928  viajó a Segovia para conocer personalmente a Machado del que era admiradora. Entre ellos surgió una relación platónica que dio lugar a poemas como Canciones a Guiomar y Cartas a Pilar.

 

Por ti el mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisán de la aurora canto y plumas,
y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, ¡oh Guiomar!...

 

De entonces, se dice, que bien por su enamoramiento, por el ambiente intelectual de Madrid, que echaba de menos en Segovia, o por la propia Segovia, envió algún que otro telegrama al Instituto en el que decía: “Perdidos todos los medios de comunicación del día de hoy”.

 

Vestía con “torpe aliño indumentario”, según dice de si mismo, y tampoco se tiene por seductor ni extravagante o fantástico. “Ni seductor Mañara ni un Bradomín he sido”. Miguel Mañara fue un sevillano del S. XVII, y su nombre es sinónimo de “seductor”, calificativo que procede de la campaña, quizá difamatoria, suscitada como consecuencia de su proceso de beatificación a comienzos del siglo XIX, y el marqués de Bradomín tenía fama de extravagante y de fantástico.

 

En sus venas hay “gotas de sangre jacobina”. Los Jacobinos franceses fueron republicanos, defensores de la soberanía popular, de la indivisibilidad de la nación y el Estado centralizado. Debido a que Robespierre pertenecía a este club durante la Revolución Francesa, se los confunde con la época  del Terror. Pero Machado nada tiene que ver con eso porque su verso brota de manantial sereno;

 

Y, por supuesto, nada doctrinario, porque “… más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, dice de sí mismo el poeta.

 

Nos muestra sus gustos poéticos y las influencias recibidas. La influencia Ronsard, «el príncipe de los poetas y poeta de los príncipes», poeta francés del siglo XVI que lideró el grupo poético del Renacimiento francés conocido como La Pléyade. Su disgusto por la belleza artificial conseguida mediante maquillajes, y por el “gay-trinar”, es decir, del “gay-saber”, juego de palabras con la denominación que daba nombre a la poesía provenzal y a la revista literaria de ese nombre que pretendía proteger y cultivar la lengua occitana, es decir, langue d'oc.

 

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

 

También le desagradan las canciones que no expresaban nada, el coro de los poetas modernistas, aunque a veces él lo es, y dice escuchar su voz interior.

 

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

 

Es su deseo de dejar huella por quién fue, es decir, que lo recuerden por el valor de sus obras y no por su oficio.

 

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

 

También, se dedica una estrofa a él mismo, a su conciencia, a la voz interior, a su razón humana, a Dios, si se quiere

 

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

 

Es decir, el amor al género humano y a lo que representa la humanidad, particularmente, la ayuda desinteresada a los demás, porque él vive “… en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas”.  Proverbios y cantares, XXIII.

 

Dice tener un comportamiento honrado, de buen ciudadano, trabajador y buen pagador.

 

Y al cabo, nada os debo; debéis cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habitó,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago
.

 

Finalmente, piensa en su final, en su muerte, y se imagina en la barca de Caronte

 

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

 

Porque al morir no hay clases sociales, ni diferencias, como marca la tradición de las Coplas de Jorge Manrique

 

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
Allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

 

Como racionalista que fue, tuvo una concepción efímera de la vida “todo pasa”, “lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos”, pero sobre la mar donde se desdibujan de inmediato.

 

Prestó su apoyo a la República junto a intelectuales de la época comprometidos con la política. Es sabido que izó la bandera republicana en Segovia en 1931 y se le pudo ver en la presentación de un mitin de la Agrupación al Servicio de la República, en el teatro Juan Bravo el 14 de febrero de 1931 presentando a Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala, porque Machado abominaba la ignorancia, la pobreza, al señorito y su impostura, y la mediocridad intelectual y moral.

 

Así, dirá en Campos de Castilla, sobre LA IGNORANCIA

 

“Castilla miserable, ayer dominadora,

envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora”.    A orillas del Duero.

 

O

 

La España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía, …                                 El mañana efímero.

 

De LA POBREZA y de las actividades a las que da origen dirá:

 

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas
.                Por tierras de España.

 

El filósofo José Luis Abellán achaca esta perfidia del hombre castellano precisamente a la pobreza, madre de todo vicio, que desemboca en la maldad; mientras que Víctor Ouimette, opinaba que: “por buenos que fueran los campesinos, eran víctimas de su propia ignorancia”.

 

El SEÑORITO Y SU IMPOSTURA está personificado en don Guido, el caballero andaluz”, que nunca contribuyó con su trabajo ni produjo nada.

 

… De mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.

…Diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla. 

 

Este don Guido, “cuando mermó su riqueza asentó la cabeza … de una manera española”, casándose con una “doncella de gran fortuna” y entonces, “Gran pagano”, como había sido,

 

“se hizo hermano
de una santa cofradía; y
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano”

 

Y, por último, abomina de LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL Y MORAL:

 

De diez cabezas nueve

embisten y una piensa.

Nunca extrañéis que un bruto

se descuerne luchando por una idea.   Proverbios y cantares XXIV

 

En cuyo último verso juega con la ignorancia española y su gran afición: los toros.

 

No quiero dejar de mencionar un párrafo en el que induce al pacifismo y a desvelar los discursos huecos que invitan a la guerra:

 

“Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario. Sin embargo, no hay guerra sin retórica. Y lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella la misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen en las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas verdades. De aquí deducía mi maestro la irracionalidad de la guerra, por un lado, y de la retórica, por otro.”

 

Y a poner de manifiesto su fe en el pueblo: "En España casi todo lo grande es obra del pueblo", afirma Machado-Mairena. (Juan de Mairena)

 

Hasta aquí, la poesía y la vida, pero ¿y la esperanza? La esperanza existe, es lo único que quedó en la caja de Pandora y está en el futuro que Machado describe con

 

… gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y un día como tantos,

descansan bajo la tierra.    He andado muchos caminos en Soledades, 1899-1907.

 

O

 

Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.                 

 

Y también

 

Ya hay un español que quiere

vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.        Proverbios y cantares. LIII.

 

La esperanza está aquí, entre nosotros. Permítanme, ahora, dejar a Machado descansar en su tumba y mirar a los clásicos. Estamos en un centro de educación y oímos decir con frecuencia que los chicos de ahora son peores que los de antes, que nuestra generación si era buena y no la de ahora que no para de jugar con el ordenador y el móvil, etc.

 

Pues bien, Plutarco, un griego del siglo I d.C., historiador y biógrafo, escribió unas Máximas de Espartanos, y en ellas[4] cuenta que un espartano de edad madura dice a otro espartano anciano:

 

“las costumbres antiguas caían en desuso mientras otras dañinas se iban introduciendo, que todo se había trastocado en Esparta”

 

Entonces, con humor, responde el anciano:

 

"Si esto sucede, los acontecimientos marchan así de acuerdo a un curso lógico. Pues también yo, cuando era niño, oía a mi padre que todo se había trastocado, y me dijo que su padre, cuando él era niño, también le había dicho esto.”

 

Es decir, que el abuelo decía las mismas cosas que el espartano maduro que, por edad, podría ser bisnieto del primero que dijo estas cosas. No es verdad que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Vivimos mejor que nunca, incluso con la crisis, lo que tenemos que hacer es espabilar y no dejar que otros hagan lo que nosotros podemos hacer. No podemos esperar a la renovación venidera después de la muerte. El infierno no son los otros, permítanme contradecir a Sartre, el infierno lo creamos nosotros cuando renunciamos a nuestra razón, y a escucharnos a nosotros mismos.

 

Para terminar, volvamos a Machado y conversemos con el hombre que siempre va con nosotros.

 

Muchas gracias por su atención.

 

 

 

 

 



[1] Pla y Beltrán, P: «Mi entrevista con Antonio Machado», Cuadernos Americanos (México), enero-febrero de 1954, pp. 233-238

[2] Manuel Cardenal en Cuadernos hispanoamericanos: julio, 1949.

[3] Antonio Machado. Biografía de una soledad, Pilar Galán, Pág. 66.

[4] Plutarco, Máximas de Espartanos,  número 17, de Agis, hijo de Arquidamo.