TRIBUNA LIBRE

 
 
 

¿Se consultará a los ciudadanos?

 

¿La inquietud política anida en la Unión Europea? A juzgar por el espacio que los medios de comunicación dedican a la llamada crisis se diría que sí, pero en la calle, entre los ciudadanos, no se  observa, o al menos yo no lo percibo, ninguna situación inquietante. El ciudadano medio mas bien parece estar al margen de la crisis de la UE y a estas alturas del año prepara sus vacaciones, como siempre, si es que se las puede permitir, como si no ocurriera nada.

 

Sin embargo, parece haber problemas que preocupan a las direcciones políticas de cada país de la Unión, al Parlamento Europeo, a la Comisión y a cuantos reflexionan con frecuencia sobre el tema.

 

¿Cómo es posible que los Gobiernos nacionales y el de la Unión estén tan preocupados y la ciudadanía parezca estar al margen de las cuestiones que agobian a nuestros dirigentes europeos? La respuesta es sencilla, porque hasta ahora la UE ha sido cosa de los Gobiernos y de los Estados y los ciudadanos nos limitábamos a expresar nuestra opinión sobre la cantidad de representantes de este o aquel partido político en cada una de las convocatorias electorales para el Parlamento Europeo.

 

Pero ahora la situación ha cambiado, quizá sin desearlo. En algunos países, España entre ellos, se ha preguntado a los ciudadanos su opinión sobre el texto llamado Tratado por el que se establece una Constitución para Europa y los ciudadanos de Francia y Holanda mayoritariamente han dicho que no les gusta. Quizá fueron unos irresponsables, quizá lo hicieron por miedo, quizá fueron llevados a esa posición por sus líderes políticos, que deseban  situarse en mejor posición  cara al futuro, quizá ... El caso es que optaron por el “no” y abrieron una difícil situación.

 

Pocos días después, los jefes de Estado y de Gobierno se reunían para acordar las Perspectivas Financieras del periodo 2007-2013, es decir, el presupuesto de la Unión, y no llegaron a ningún acuerdo. Los países ricos le han puesto límite a su aportación, el Reino Unido no renuncia a su cheque si no se reforman las subvenciones de la Política Agraria Común y Francia quiere hacer desaparecer o disminuir considerablemente la cantidad de ese cheque británico. En fin, todo un espectáculo que, al parecer, resumió el primer ministro de Polonia, señor Marek Belka, con una breve pero descriptiva frase: “Si sólo es un problema de dinero, decidme cuánto es. Mis hijos querían ser europeos y ahora vuelvo para explicarles que no hay dinero”.

 

Con sólo estas dos cuestiones las cosas ya no están fáciles en la UE, pero la situación es aún peor porque viene de atrás. La Unión se ha ampliado recientemente con diez miembros más hasta llegar a veinticinco y aún quedan otros, Rumania, Bulgaria y Turquía, que están a la espera de entrar en ella, e incluso hay algunos más que desearían hacerlo en un futuro y comenzarán a llamar insistentemente a sus puertas en breve, Ucrania por ejemplo. ¿Con qué intención lo hacen? Pues es fácil suponer que pretenden entrar en un club que les ayude a poner sus infraestructuras y economías a la altura del resto de los países de la UE, que les ayude a asentar sus democracias y que les ayude para que sus poblaciones alcancen, lo antes posible, el nivel de vida que disfrutamos los actuales ciudadanos de los países de la Unión. Como español, la verdad, esto me resulta muy familiar.

 

¿Cómo se hace esto? Con políticas solidarias y de cohesión de las que tanto sabemos en España, con dinero que hay que redistribuir desde los países ricos a los menos dotados y con políticas financieras, fiscales, estratégicas y sociales que, se quiera o no, harían posible que, en un tiempo razonable, se creara un pueblo europeo con conciencia de si mismo y un proyecto común de convivencia, de progreso y de futuro, que hasta ahora hemos llamado Unión Europea.

 

Se dice ahora, que hay dos visiones de Europa entre los líderes europeos: los que quieren un mercado común y poco más, cuyo representante más destacado parece ser actualmente el señor Blair y los que pretenden una UE  más política y social, cuyos principales voces parecen ser los señores Chirac y Shröder; aunque, al tiempo, quieren que el presupuesto comunitario no sea superior al 1% del PIB de la Unión, ¡qué contradicción!

 

Ya hemos visto que las  concesiones que se hicieron al primero en el citado Tratado constitucional han asustado a los electores franceses y holandeses y no han servido para avanzar en el europeismo social del señor Blair. En cuanto éste ha tenido ocasión ha pospuesto el referéndum constitucional para mejor momento y sigue bloqueando directivas sociales como la jornada de cuarenta y ocho horas para todos los trabajadores de la UE, por ejemplo. Y por si esto fuera poco, desde el primero de julio es el señor Blair quien preside el Consejo de la Unión.

 

Ciertamente su discurso suena bien. Redefinir la Política Agraria, renunciar al llamado cheque británico o a parte de él,  y con ello  liberar  recursos para dedicarlos a educación, investigación,  tecnología y, en definitiva, a una política económica más competitiva, que reduzca el paro sin renunciar a la protección social, aligerar la burocracia de Bruselas y del resto de las instituciones europeas, no deja de ser un programa atractivo, sobre todo si somos capaces de poner como primer objetivo de nuestras políticas a los ciudadanos y no sólo los beneficios.

 

Pero, en realidad a todos los líderes les encuentro el mismo problema, no hablan de los ciudadanos ni piensan recurrir a nosotros como solución a la crisis y creo que esa sería la solución. Si alguien pretende seguir adelante con el Tratado constitucional sin reformarlo y sin preguntarnos nuevamente a los ciudadanos nuestra opinión, y cree que esa es la solución, está equivocado. Si  realmente hay dos posiciones encontradas en Europa, como las arriba descritas, deberíamos ser los ciudadanos los que decidiéramos cual preferimos, y si se necesita o no dinero para las ampliaciones, cuánto y quién lo ha de pagar deberían preguntarnos a los ciudadanos si estamos dispuestos a ello.

 

Tras unas elecciones en las que se debatiera con rigor estas cuestiones todos los ciudadanos estaríamos en posición de tomar una decisión y asumir sus consecuencias. No es de recibo que se convoquen elecciones al Parlamento Europeo, que no se hable de la Constitución venidera, ni de ampliaciones, ni de su coste, y poco después se nos de redactada y aprobada por el Parlamento Europeo y firmada por los jefes de Estado y de Gobierno y se den espectáculos como el de la última cumbre. Hay pueblos que se rebelan y con el tiempo habrá más.

 

Los depositarios de los valores democráticos, de la solidaridad, la igualdad y la libertad somos los ciudadanos, los dirigentes políticos sólo los administran, por eso en las democracias cuando las instituciones se atascan, y este es el caso en la Unión, se consulta a los ciudadanos. Hagámoslo igual para Europa.

 

Pedro Álvarez de Frutos.

Ex senador por Segovia.